Hace justo dos semanas tuve mi tercera y definitivamente no última excursión al tatuaje.
Con mucha mas previa que los anteriores, pensé que capaz me arrepentía, pero no. Solo fui mas calma,mas convencida.
Tatuadora recomendada por amigos tatuados, una nueva para mí. Una genia. Una hippie divina con trenzas y una paz encima de esa que solo te dan los años, pero que a ella no se le notan. Me hace pensar cómo voy a llegar yo a la edad de mi vieja.
Transfer al cuerpo, musculosa sin corpiño, jean desabrochado en un ambiente de intimidad que dista leguas de los locales de la Bond.
Ya lo veo hermoso, se me anuda en la panza la alegría contenida.
Needle meets skin. Y ahi el dolor. Pero dolor posta, dolor que querés ponerle un puñito en la nariz al que te lo provoca y salir corriendo, pero no. Durante las dos horas en las que me retorcí en poses raras para poder estirar la piel la misma pregunta en la cabeza: "pero a mi me habia dolido así antes? cómo mierda hice yo para olvidarme de esta tortura china?!"
Extraje la conclusión de que parte de la experiencia es hacerse cargo del dolor: controlar el reflejo de huida y respirar hondo, bancarse que esto es elección de uno, que no se puede dejar a medias.
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